American Honey

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Hablar de American Honey no es para nada difícil, contrario a lo que hubiese imaginado antes de verla. Lo nuevo de Andrea Arnold retrata la historia de Star: una joven norteamericana de la clase baja del sur de Texas que, cansada de cuidar a sus dos hermanos pequeños por culpa de la incapacidad de sus padres ausentes, decide unirse a un grupo de adolescentes que recorren el país en una camioneta VAN vendiendo subscripciones de revistas. Llegará al grupo movida por su atracción instantánea por Jake (Shia LaBeouf) y será el triángulo entre Star, Jake y la “jefa” del grupo, Krystal (Riley Keough), la que nos llevará de un lugar al otro en este pequeño segmento en la vida de Star.
El film está concebido como una Road Movie que nos invitará a viajar por aquello que los norteamericanos llaman la “America Profunda”, es decir, todos esos recovecos de Estados Unidos que forman la espina dorsal el país y que, a su vez, están alejados de lo que acostumbramos ver en el glamour de New York o Los Angeles. Podríamos decir que nos muestra un costado que los propios norteamericanos buscan esconder y que cobra particular relevancia al momento de estreno de la película, que es cuando Trump se perfila primero en las encuestas para ser el próximo presidente del país. La directora juega con la idea de darnos una respuesta de porque Trump podría acceder a la Casa Blanca, lo cual es un acierto siendo ella británica. Éste es uno de los factores determinantes a la hora de hablar del reconocimiento que la película tuvo en el país, porque es capaz de mostrar como el país aparece a los ojos de un extranjero.
En este sentido, vamos a mirar a Star moverse entre vaqueros aristócratas, trabajadores de un pozo de petróleo, religiosos fanáticos, camioneros y jóvenes pobres como ella. A todos los observaremos desde su óptica adolescente y hasta inocente, pero siempre estaremos acompañados por la mirada inteligente de la autora, que nos invitará a la ambigüedad de confiar por momentos en el instinto de Star y a desconfiar de las situaciones, en otros.

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SPOILER ALERT

En los términos de una road movie, el viaje no sólo será material, sino también espiritual, acentuado por una persecución de identidad. Star observa a sus compañeros de viaje siempre desde lejos, estudiándolos, sonriendo ante su absoluta libertad sexual, dialéctica y moral. Pero sus convicciones siempre se impondrán, y a esto lo vemos en varias escenas, como la primera vez que es entrenada por Jake, en donde Star se encuentra sobrepasada por las mentiras del joven, o cada vez que nos aproximamos a ella cuando intenta vender una revista, confiando en su propia capacidad de cambiar el mundo; su mundo, que es el de vender subscripciones sin mentir, sin sacar provecho, diciendo la verdad.
Aquí habría que detenerse a resaltar el enorme trabajo interpretativo de un Shia LaBeouf que, cada vez que tiene que hacerse cargo de la pantalla, muestra una presencia sólida y efectiva, con una capacidad gestual impecable. Es de los pocos actores contemporáneos que, considero, no actúan para sí mismos, sino para el bien de la historia. A estos efectos creo que es una buena combinación con la debutante Sasha Lane, de un carisma ideal para el personaje que interpreta, en donde es palpable como se complementa la frescura de Sasha con la experiencia de Shia.

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Más allá de lo loable del formato y de lo interesante del tema, la película tiene altibajos narrativos, dados por puntos de giro muy definidos y hasta esquemáticos, que cortan un poco la fluidez que la cinta, en general, busca reflejar. Cada uno de los puntos dramáticos que nos llevan de acto en acto, están dados básicamente por Krystal, que es la única que puede decidir si Star sigue arriba de esa VAN, o si será abandonada al costado del camino. Ésta relación estará signada por la tensión entre las dos mujeres y su interés (diferente entre sí) por Jake. Cada vez que la historia está a punto de cambiar, la película lo advierte de una manera que, en contraste con el resto del metraje, se siente artificial.

Krystal y Jake
Krystal y Jake

Inevitable es hablar de la duración de la película, que considero innecesariamente larga, a pesar aún de que, en ningún momento, parece que el ritmo caiga o que estemos en un pozo narrativo del que no se pueda salir. Es decir, si bien no aburre, considero que hubiese sido interesante contar la historia con algunas escenas menos. Se puede notar, sin embargo, el enorme trabajo de edición en una película que, en apariencia, tuvo horas de metraje para cortar.
Una interesante decisión de la directora es la forma de abordar la estética visual: cámara en mano, mucha cámara subjetiva para ubicarnos en el lugar de Star y planos “espía” en escenas claves como las de sexo con Jake, o adentro de los vehículos a los que la protagonista se sube y en donde no sabemos bien que esperar. En estos casos la cámara nos ayuda a sentir eso que Star parece estar sintiendo. Esa ansiedad. Esa adrenalina.

FIN SPOILER

Y es este conjunto de cosas, todas estas decisiones, visuales y narrativas, que nos llevan a concluir que, si bien American Honey es un película que vale la pena ver y que tiene un sentido de realidad inmediato, es también una historia que ya hemos visto varias veces, contada de la manera en la que estas historias siempre buscan contarse, desde un punto de vista muy personal, con una cámara muy invasiva y con una narrativa irregular. Si bien vale la aclaración clásica de que la narración es tan regular como la vida misma, también vale, desde la crítica, la advertencia de que eso puede llegar a contaminar la experiencia.